sábado, 19 de febrero de 2011

Educacion Nutricional en la familia

La adolescencia es un buen momento para reforzar los hábitos de higiene y de nutrición Comer en familia, si se convierte en un hábito, es una costumbre agradable y puede que saludable para los padres y sus hijos. A los niños les suele gustar ese período en el que se producen intercambios de información, en el que cada uno puede estar relajado y contar cosas, anécdotas u opiniones. Pero al mismo tiempo, esa situación facilita la imitación, ya que los niños copian las actitudes de sus padres. Por ello, si reciben información correcta sobre el lavado de las manos antes de la comida, la higiene de los alimentos en general, el cuidado de la cadena del frío o la manera en la que se preparan las comidas más habituales, es frecuente que se consiga una mejor manipulación y una mejor nutrición. Ambas medidas conllevan mejoras tangibles en los niveles de seguridad alimentaria.

Una comida familiar también ofrece la oportunidad de conocer los alimentos que gustan y los que no y qué tipo de cocinado es más aceptado. El objetivo es introducir, de forma regular, los productos considerados esenciales. Si la formación y la información son adecuadas, se en la edad adolescente se habrá asumido la base perfectamente. Es en este período cuando es más importante la colaboración de los jóvenes. Es posible que los adolescentes no se entusiasmen con el prospecto de comer en familia. Sin embargo, estudios han mostrado que los adolescentes esperan los consejos y la opinión de sus padres; por lo cual es un buen momento para reforzar los hábitos de higiene y de nutrición.

Esta etapa, además, es la ideal para que los jóvenes se impliquen en la planificación, compra, preparación y cocinado adecuado de los alimentos, así como en la limpieza posterior, ya que en el ámbito de la seguridad de los alimentos, y en la prevención de las contaminaciones cruzadas, esto es de extraordinaria importancia.



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